martes, 27 de enero de 2009

Ana Isabel-la


Estamos, almas reversas en poses
ocupándose muy pequeñas.
En círculo andas, como yo ando
y eso no tiene nada de malo.
Como el viejo tiempo que
con tal bastón hace que los días pasen tan lento
Como la anciana tortuga en la arena
se hace tosca, así es cuando no estamos.
Pero también hay días tan veloces que exilian al sol hacia otras tierras y no dejan rastro.
Somos –aquí- el postmeridiano de la palabra.
Y no hay ojos que me vean mejor si no son tus ojos
que me conocen, desde lejos, como una mariposa pasando.
Eres –más bien- el viento por el que coinciden tales alados,
eres –más bien- el recorrido absoluto.
Y tú un sendero
que nunca se bifurca
Y tú esto hecho poema
¿Y ahora qué?

Y a veces, yo.
Y “somos” tiene como tema un uno.
El uno no se fragmenta,
se hace núcleo de las células.
El indestructible inimaginado que muchos temen,
el símbolo de lo eterno.
El agua que corre en el río
que a pesar de las sequías, siempre está en movimiento

Aunque se bifurque como tu antigua palabra
o siga el fluir terrestre de lo ajeno, respondemos con un cambio de tiempo, a lo anterior
Quizás nos cambien reserven ajenos extorsión caleidoscopio palabras tuyas inversas complementarias sin cabeza.
Pero jamás dos espíritus sin tránsito.

Caramba, yo también también
también sí.
¿Entonces fin?
Entonces siempre.

viernes, 16 de enero de 2009

Trébol

Hubo un momento en la historia donde existió un primer hombre que aprendió cómo sobrevivir ante los fantasmas de su espíritu: éste primer hombre descubrió el secreto de hacer a los hombres sus hombres.
Él, animal rapaz, no se sentía satisfecho con sólo vivir de fresas, amapolas y carne de bestias. Tenía la ambición de dominar algo más. Una ambición de trascender.
Fue así como éste primer hombre, desarrolló dentro de su cabeza una especie de plan que se basaba, básicamente, en someter a sus semejantes.
Era muy fácil para él desarrollar el esquema: tomaba a cualquier hombre, lo ensalzaba con bazofias, lo animaba y hacía brotar de la tierra un trébol, un trébol de cuatro hojas.
¿Cómo lo hacía?
Muy simple, tomaba todas las mañanas muchos tréboles, los desarmaba y armaba de nuevo, creando un trébol de cuatro hojas.
Su semejante se quedaba petrificado al ver que existía este trébol mítico, que había por fin una coincidencia cósmica, y que él, sólo él, había sido el afortunado.
Todos los hombres, que conocieron al primer hombre, desarrollaron una enorme dependencia hacia él, convirtiéndolo en rey.
Sin embargo, un día, un hombre descubrió el secreto de los tréboles por casualidad. Vio al rey sentado, mordiéndose el labio inferior y con el ceño fruncido pegar una hojita tras otra hojita.
Este hombre no reveló el secreto a sus vecinos, ni gritó por doquier que el rey era un farsante; más bien, y debo decir, con mucha inteligencia, aprendió a crear otros tréboles de cuatro hojas.

Él también fue descubierto. Y el otro también. Y después otros cuantos.

Hoy quedan pocos hombres que creen en el mito del trébol de cuatro hojas (aunque lo buscan, desesperadamente). Muchos se la pasan construyéndolos, haciéndolos más grandes, más pequeños y hasta más especiales.

Pero para decirles mi verdad…
yo sigo prefiriendo un trébol de tres hojas.

miércoles, 14 de enero de 2009

Adivinanza


No habrá ser sobre la tierra que se me compare. Dominaré todas las lenguas del mundo, habré conocido cada rincón de cada país, habré comido y deleitado todos los platos culinarios y habré escalado cada risco de las tantas cordilleras. Tendré el poder de convertirme en cada animal, en cada cosa aprensible o no aprensible. Rescataré al enfermo, le daré de comer al hambriento, haré de todas las mujeres mis mujeres y de todos los hombres mis hombres. Tendré orgías, seré sadomasoquista, hombre lobo y vampiro. Seré presidente de Perú y también de Ecuador. Seré un suicida lanzándome de un séptimo piso o ahorcándome de una rama de un árbol. Seré estupidez, seré trasvesti.
Podré hacer que los besos se conviertan en espadas y las espadas en conejos y los conejos en pintura. Podré desaparecer la enigmática sonrisa de la Monalisa con una borra Nata. Podré apuntar un arma contra otro hombre y dispararle sin arrepentimientos.
Bajaré a los infiernos o subiré a los cielos, me haré rico, me haré pobre. Seré una servilleta usada bajo alguna mesa.
Reviviré a Leonardo Da Vinci para que me cante una canción, a Dalí para que haga la parada de manos y a Juan Vicente Gómez para estirarle los bigotes.
Yo escribiré mejor que nadie, con las mejores imágenes, con los mejores versos, con la mejor tensión del drama. Superaré por mucho más a Flaubert, Joyce y Rimbaud. También a Shakespeare me le adelantaré en complejidad psicológica de sus personajes. Yo escribiré la gran novela de todos los siglos, el poema más leído y citado del mundo y la obra de teatro más aplaudida.

¿Quién soy?


lunes, 5 de enero de 2009


Meire Faustiño ¿voce queir escuchar uma historea? Nao nao Faustiño, nao la historea de la caperucha, Faustiño. Esta e uma historia rial. Uma historia que le ocurrio a alguem ao le hotel mayestict, Faustiño. Sim, sim. Eu lo vi con ishtus olius que se han yi comer los gusano, Faustiño. Eu estaba saliendu yi la casa de Fáchima cuandu vi pasar a un ome qui chenia el falo enorme. Sim Faustiño uma verga inorme. Mais ¿voce sabe lo mais louco yi la historea? Le ome istaba muerto. Sim, sim Faustiño, le ome nao hacia naoda, naodita. Eu asho que e uma locura tambein Faustiño, mais se la verdayi. Mais, ¿voce tambein queir saber yi outra locura? Qui le ome era Albertcho Adriani, sim sim, ese meismo. Caracas ashaba qui ese ome era outra cosa mais es la meisma cosa qui toydos los omes, Faustiño. Menos voce, voce e um sol. La yenchi asha que le ome chenía um amor com uma seniora casada, sim Faustiño, casada. ¿Voce asha qui eso e iusto? ¿Ah, Faustiño, ah? Sem vergonza, voce e tambein com les outros. Nao, nao Faustiño, eu nao queiro chocolachi. Nao, Faustiño, eu nao queir floresh. Eu queiro amor.

Sim Faustiño, voce e um sol.