lunes, 22 de marzo de 2010

Del disfrute de crear

Era de noche cuando apareciste y te vi a través del ojo mágico de la puerta.

En la tarima sonaban los verdaderos.

Soñé que tenía un pié volador.

Serían las once de la mañana cuando por fin decidiste quitarte la ropa interior.

Angustia, eso provoca el derramar el agua con que limpias los pinceles.

Se te ocurren ideas inhóspitas.

¿Quién me abre la puerta si no hay nadie en casa?

Es como estar en una epopeya.

Quemas los títulos con una sonrisa viril.

Muéstrame, mundo.

Clavar un cuchillo en el vidrio.

Las rosas son rojas, mis labios también, ¿qué tal si te acuestas al revés?

Tu padre es un pez.

Entre esto y lo otro, hay un puente.

Hasta la vista, vista.

Apiádate, Borges.

El libro de los sueños y los sueños de los libros.

Acabo de encontrar la cosa perdida.

Si te me acercas, te abrazo.

El marsupial que sabía multiplicar el pan.

¡Crucifiquen a la hormiga!

Al vencedor, los vencidos.

Cabezas de pollo, todos.

Aláaaaaargaaaaaaateeeee paaaaalaaaaabraaaa y alcáaaaaaaanzaaaame.

El perro que se muerde la pulga.

Anoche tuve una visión, bailábamos por fin.

Inventemos la máquina que nos ayude a estar tristes.

¿Tengo un piano detrás de mi oreja?

Estudio los gozos de una lámpara.

Las fotos del matrimonio del reloj y el espejo.

Volar no es ninguna cualidad extraordinaria.

En el paredón de fusilamiento no sólo está un Buendía.

Dice el oso polar: es un delirio pretender.

La guía telefónica descansa en paz.

Hoy Morfeo me olvidó.


Capitán,

adiós.