domingo, 7 de noviembre de 2010

Breve reseña de Consejos de in discípulo de Morrison a un fanático de Joyce

“Para nosotros el triunfo es la muerte del intelecto y de la imaginación” (p. 84) Y ante esto, ¿hacia dónde concentramos los esfuerzos? El dilema está en la incorporación o no al sistema. Ángel Ros y Ana retan la credibilidad de las condiciones que la sociedad impone y como Mickey y Mallory Knox encuentran las Respuestas en la adrenalina del robo, del asesinato, de la transgresión. En la sin fe del mundo moderno, empuñar un arma parece, en el caso de estos personajes, conducirlos a alguna especie de reconocimiento de sí mismos. El no creo en nadie encarnado en Ana surge de su no territorio, es un personaje construido sin raíces donde existe hasta un cuestionamiento de su propia sexualidad; hay en ella una expansión moral que le permite manejar el tabú como cotidianidad. Es así como el delito encarna en ella bajo el motivo de diversión: “- Ven, vamos con ellos, fíjate que estamos en las últimas, Angelito, como un sueño…es la pura buena suerte.” Dice mientras obliga a Ángel a cogerse a una de sus rehenes. Desaparecen los linderos de las buenas costumbres; Ana es una desencajada, el desdibujo de la moral cívica. Ella se toma en serio el precepto de la libertad y Ángel está enganchado a la adrenalina de esta mujer imposible de enjaular pero imprescindible “ella como soporte y ente unificador de la obra ante la posible dispersión…” (p.81). Él, por otra parte, representa el conflicto Bolañezco del escritor que pierde la fe en los sistemas regulares del trabajo de oficina y atenta contra las estructuras porque no queda más qué hacer. Momento de epifanías donde el ¿para qué? está claramente resuelto. Sin embargo, como ocurrirá en otros momentos en otros personajes de Bolaño, hay una búsqueda de una estética apadrinadora. Ros elige a Joyce y pretende construir una novela entorno a Dédalus, un personaje muy “meta-autobiográfico” (Dédalus – Ros – Bolaño) que abandona su vida de “vulgares cotidianidades” para entregarse a la profesión de criminal. La unión de estos especímenes dará como resultado una sucesión de escenas donde se refleja el “no me importa nada porque la verdad, esto no tiene sentido”. Ana y Ángel, sin decirlo, son militantes. Seguidores de Morrison armados. Para los moralistas vernáculos son adultos queriendo ser adolescentes, pobres pendejos descarriados. Para los no tan moralistas, una llama de suspicacia. La fe puede estar al otro lado del río.