No me importaría no tuitear más. No leer más
[o leer sólo el libro que las dos acordemos llevar].
No me importaría no comer más que enlatados.
No me importaría no poder fumar, ni tomar.
A cambio de que estemos bien. A cambio de saber que allí no nos pasaría nada.
A cambio de encontrarte sin amenazas.
Dejaría la ridiculez de la pretensión; el contacto innecesario, político, con el mundo.
Dejaría el orgullo, la súperpersona, el yoísmo que no importa.
El ideógrafo lo apagaría.
Estaría bien llevarnos una planta; un gato para que lo quieras más que a mí.
Un retrato de nuestro viaje a Cuba.
Unas bolsitas de té para mí. Un refresco sin gas para ti.
Todos los pares de zapatos que quieras.
Te prometo que, si nos llevamos la computadora, le pondré el protector al teclado.
Que mantendré la cápsula limpia.
Y si dejo un vaso sin lavar, será a propósito.
Para que me regañes con tu trompa.
Y sé que esto de la cápsula es muy facha.
Pero yo no quiero que te pase nada.
Sería un búnker de protección absoluta
para esconderte de los malandros
de las pistolas
de las balas perdidas
de La Planta
del metro
de la Principal de Bello Campo.
Entrenaré a mil perros, incluyendo los seis tuyos, para defendernos.
Así nadie nos molestará nunca.
Y yo te protegeré y tú me protegerás.
Hasta que todo esto acabe.
Y cuando eso pase, te compraré una cámara
para que vayamos tomándole fotos a todo.
Te abrazaré, sin despegarme, toda la noche,
con las ventanas abiertas, con las puertas abiertas.
Nos besaremos en las esquinas, en los bares,
en los baños de Discoverys recuperados.
Me obligarás a subir el Ávila
y a mí me volverá la fiebre de acampar.
Entonces veremos la cápsula como algo lejano.
Nunca ajeno, pero lejano.
Abiertos los ojos,
nos cuidaremos más los corazones.
Porque no habrá más nada porqué preocuparse.
Nadie nos hará daño.
1 comentario:
Yo siendo la destinataria de esas letras, me casara contigo
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